miércoles, 9 de marzo de 2011

El poder mediático en México

La Neyra

Apareció muerta en las afueras de Chihuahua. Ella y tres chicos estaban tumbados con las manos atadas y las marcas de unos cuantos balazos. Leí la noticia en los diarios digitales sin prestar atención. Son tantas las noticias de sucesos en Chihuahua que ya dejé la costumbre de mirar nombres y datos precisos, leo titulares y paso rápidamente a buscar otro tipo de información.


Por la tarde llamé a mi hermano para felicitarle el año nuevo y me contó la noticia, habían matado a La Neyra, a su marido y a otros dos muchachos de la sierra, conocidos nuestros desde pequeños.

Esperaba este final para La Neyra, desde que volvió a Cerocahui de no se dónde, ya se sabía que andaba en “malos pasos” y que así había de terminar. Pactó con La Línea y trajo a Cerocahui a un montón de extraños que empezaron a sembrar el miedo con sus actitudes. Una vecina contaba que por las noches se juntaban alrededor de una fogata en el patio de la casa de Lola, la madre de La Neyra, cenaban, reían, soltaban algún disparo jugando con sus enormes armas de fuego.

La Neyra quería ser como “la reina del sur”, no la de Pérez Reverte, porque seguro ni tenía idea del libro, quería ser como la de Sinaloa, una verdadera jefa de narcotraficantes.

La recuerdo flacucha, morena, con dos coletas en su pelo seco, mocos colgando de su nariz y una mirada triste y perdida.

Era unos cuantos años menor que yo, suficientes para recordarla pequeña.

Nunca nos encontramos siendo adultas, supe muchas cosas de ella, cosas curiosas, como una vez que mi amiga de Cuauhtémoc me dijo que había ido a depilarse y le había contado que me conocía, que éramos amigas de la infancia.

No sé si éramos amigas, pero sí fuimos compañeras de baños en el arroyo, de tardes interminables jugando entre la casa de Pancha y la nuestra, de bailecitos de barrio organizados por Pancha en su casa haciendo rabiar a su marido que nunca quería ruido, de travesuras, de fiestas infantiles, de escuela primaria. Éramos vecinas y su familia y la mía tenían muchas relaciones amistosas. Su hermano era el mejor amigo de mi hermano, sus hermanos eran amigos míos y de mis hermanas, sus padres eran amigos de los míos, etc.

Un día leí la noticia de que habían capturado a su papá, a su hermano y a su primo. En la foto se veían rodeados de armas y drogas que les habían sido incautadas. Sufrí en el momento que los detuvieron y escribí un artículo lamentando la situación de la Sierra Tarahumara. A pesar de suponer que merecían estar en la cárcel me dolía en el alma –y me duele- el hecho de saberlos delincuentes. Recuerdo a su padre con una amplia sonrisa de dientes parejitos contrastando con su ojo tuerto. Su hermano, menor que ella, para mí nunca dejó de ser el niño barrigoncillo que jugaba en su patio con las piernas chorreadas.

Después de la captura de estos tres empezó la guerra en Cerocahui, otro grupo de narcotraficantes (no sé cual, supongo que serán los del Chapo Guzmán) llegó al pueblo a buscar desesperadamente a La Neyra y los que quedaban de La Línea.

Así “levantaron” al hijo de Lupe Torres, un día llegaron por él, lo subieron a una camioneta y se lo llevaron. No se ha vuelto a saber nada de él, ni de tantos otros que han tenido la misma suerte. Llegué a escuchar a una señora rogar a Dios que encontraran a La Neyra para que dejaran de matar inocentes.



Y la encontraron. Ni siquiera había superado la pena por la hija ahogada en el cubo del trapeador hacía apenas 9 meses. Dejó tres niños, la mataron con el marido, se quedaron los tres niños huérfanos, con Lola, la abuela.

Le gustaba andar muy arreglada, usaba largas uñas postizas, tinte en el pelo y vestía con pantalones ajustados y botas. Era alta y morena. Decían que se había puesto muy guapa.

Ahora que la recuerdo en la infancia me parece increíble encajar la imagen de la mujer maniatada y balaceada con su débil carita de niña triste.

martes, 8 de marzo de 2011

Humanismo para celebrar a la mujer trabajadora

El 19 de marzo de 1911, se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer en Austria, Alemania, Dinamarca y Suecia. Se cumplen hoy 100 años de aquélla reunión de miles de mujeres que reivindicaban el derecho al voto femenino, como primer paso para la inclusión de las mujeres en la vida pública. La decisión de convertir el 8 de marzo en fecha emblemática para las mujeres, fue idea de Clara Zetkin, líder del movimiento alemán de mujeres socialistas, quien en 1910 presentó su inquietud sobre el voto femenino en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Dinamarca.


De la auténtica lucha por los derechos de las mujeres hemos pasado a la utilización de los temas de género con fines políticos.

El centenario de la celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, debiera obligarnos a replantear las reivindicaciones feministas. Si es que se debe llamar así a la defensa de los derechos de la mujer. Porque si feminismo es la defensa de los derechos de la mujer y machismo la postura que antepone los derechos del hombre, ambas corrientes están equivocadas.

Es necesario encontrar una postura incluyente, más que excluyente, la defensa del ser humano en general, sin importar la parte que lo defina como hombre o mujer. Humanismo como convicción de vida, como fundamento ideológico por encima de posturas políticas y religiosas.

El humanismo defiende los derechos del ser humano, sea hombre o mujer. Desde las tendencias actuales de izquierda se defiende un modelo de igualdad que perjudica más que beneficiar al desarrollo de la mujer, pues plantea una lucha de la mujer contra el hombre, como si éste fuera el culpable de todos los males.

Como no puedo desprenderme de mi identidad mientras escribo, me confieso mujer, madre, esposa, trabajadora, estudiosa, hermana, amiga, en un sistema que no me permite desarrollarme como a mí me gustaría.

Cualquiera que lea lo anterior pensará que soy machista y estoy de acuerdo con el dominio masculino en los ámbitos públicos. No es así, me gustaría que la mujer tenga el mismo derecho a desarrollarse en donde crea conveniente. Que tenga derecho a decidir quedarse en casa y cuidar a la familia o que pueda decidir desarrollarse en un puesto de trabajo en la esfera pública.

Estamos en un sistema machista, es cierto, sin embargo, ¿tienen la culpa de esto los hombres? Desde una apreciación simplista se puede llegar a la conclusión de que sí, pues les toca ejercer un dominio, por nacimiento les corresponde tener a su servicio a otro ser humano, que les atienda en las necesidades básicas, como alimentación, arreglo de la casa y la ropa. Sin embargo, creo que tan oprimidos están ellos como nosotras. Un hombre tampoco puede elegir libremente, cuanto más machista es una sociedad, menos libres son los hombres, les corresponde un rol y no pueden elegir ejercer otro.

No se trata entonces de demonizar a los hombres como suele hacerse cuando se habla del tema de género. Sobre todo, no se trata de la maldad de unos individuos y la bondad de otros. En todo caso es responsabilidad de los hombres y mujeres que nos precedieron, porque fueron ellos (y ellas) quienes fueron conformando la historia de la humanidad.



Quiero decir, en esta cultura patriarcal, donde el hombre tiene un desarrollo en la vida pública y la mujer cumple un rol de puertas hacia dentro, ambos roles son sumamente importantes, pero suponen una función determinada para cada uno de los géneros, que –a estas alturas de la historia- no tiene razón de ser.



Atrás, muy atrás quedó la idea de que la mujer tenía el cerebro más chico y no tenía la capacidad de razonar igual que el hombre, atrás quedó la prohibición de ejercer los derechos como ser humano para aquélla parte de la población que naciera sin falo. Ya se ha demostrado que el sexo no es determinante en la capacidad de un ser humano. Sí es determinante de ciertas cualidades específicas, pero no supone inferioridad ni superioridad.



El tema es extenso y complejo, demasiados factores a tener en cuenta. Sé que no es una postura políticamente correcta la que estoy planteando porque ahora se lleva hablar de los derechos de la mujer por encima de todo, de discriminación positiva y cuotas en los puestos públicos. No estoy de acuerdo con estas medidas que funcionan igual que el paracetamol para un cáncer, quizá alivien el dolor, pero no curan el verdadero malestar. Porque ¿para que quiere una mujer que la metan en un puesto para cubrir la cuota de género si no tiene guardería para dejar al niño y no podrá asistir? ¿Para qué queremos participar en la vida pública como cómplices de un sistema que pone por encima la ganancia, sin considerar el desarrollo humano?



El tema de género, como el de la inmigración, los derechos de la infancia, de la senectud y todos los demás grupos vulnerables se zanjarían si cambiáramos la base de nuestra sociedad y el desarrollo humano fuera lo más importante. En un sistema donde la persona (masculina o femenina) sea el centro de interés, los grupos vulnerables dejan de serlo, porque todos, absolutamente todos los humanos somos vulnerables, por una razón o por otra. Desafortunadamente, el modelo imperante, pone en segundo plano los derechos humanos, la ganancia es lo más importante, a partir de esta premisa, casi cualquier lucha está perdida.

Felicidades hoy y los días que restan del año a las mujeres trabajadoras, sin importar si ejercen el trabajo dentro de casa, fuera de casa o (como la mayoría) en ambos.

rmancinas@gmail.com