El niño de Bescansa
El problema de las mujeres es que no somos un colectivo con intereses comunes o, mejor dicho, no tenemos la misma visión de nuestros intereses, dentro de nuestra condición femenina concurren múltiples posturas ideológicas y las más dispares formas de concebir nuestro papel en el siglo XXI.
Si de algo ha servido la exhibición del hijo de la diputada de Podemos, Carolina Bescansa, es para generar un debate público que podría pasar de lo anecdótico para llegar a profundizar en un tema que nos afecta a hombres y mujeres.
No he podido evitar acordarme de mi experiencia como madre-soltera-estudiante-y-trabajadora. Con 21 años me convertí en una madre inexperta que creía saberlo todo de maternidad, me parecía fácil hasta lo imposible.
Cursaba estudios de ciencias de la información y trabajaba de camarera. No contaba con otro ingreso más que lo que generaran mis propias manos. Podía cubrir una parte del cuidado del niño que destinaba normalmente a las horas que estaba en el restaurant, el resto del día lo llevaba conmigo a las clases, a las reuniones y a donde hiciera falta. Me negué a paralizar mis objetivos por la maternidad.
Cuando terminé la carrera me involucré en movimientos políticos y sociales que me llevaban a reuniones interminables donde mi hijo era un elemento más, siempre a mi lado, con un montón de juguetes, lápices de colores y cuadernos para dibujar mientras yo estaba en mis asuntos. Era gracioso ver a un niño de cuatro años haciendo preguntas filosóficas muy por encima de su edad, con un vocabulario extenso y una estructuración correctísima es sus intervenciones. A mis compañeros de trabajo y amigos les gustaba mi hijo, creo que llegaron a verlo como uno más.
Luego decidí cursar estudios de doctorado y él a mi lado, conmigo, yo luchando por mis sueños personales, él a mi lado, creciendo, adaptándose a los cambios que le suponían los distintos giros que iba dando mi vida. A los 7 años había pasado por 16 colegios.
Afortunadamente es fuerte e inteligente. Ahora tiene dieciseis años y es un chico estupendo, no tengo motivo alguno para arrepentirme de lo hecho. Pero algunas veces lo veo y siento que le robé parte de su infancia, me pregunto si hubiera estado mejor jugando con gente de su edad, haciendo amigos que serían para toda la vida. Lo veo y noto su mirada agridulce que me resulta una mirada triste. No sé si es así y hubiera sido así independientemente de su crianza pero no puedo evitar asociar esa forma que elegí para criarlo con su aparente melancolía interior y su estilo de vida solitario.
Casi nueve años después volví a ser madre y tuve que llevar a mi hija a todas partes conmigo durante un año y medio por la lactancia. Mi política ha sido diferente, he tenido la precaución de tener prevista a una persona que se encargue de ella, la lleve a dar un paseo, a disfrutar del sol y del aire mientras yo estoy encerrada en alguna reunión o impartiendo algún curso. Cuando he terminado con la lactancia ha sido más fácil, guardería y canguro mientras yo estoy trabajando. Ella está en un ambiente con gente de su edad, yo rindo más sin tener que estar cumpliendo dos funciones al mismo tiempo.
En este sentido puedo expresar mi experiencia y prefiero la segunda, adoro a mis hijos, los vivo y los he vivido al máximo a los dos pero creo que la segunda está teniendo un desarrollo más pausado, disfrutando de su infancia y de su entorno sin verse tan afectada por mi trabajo.
El acto de Carolina Bescansa pudo haber sido un guiño pero no veo correcto utilizar a los hijos para estrategia de propaganda. Aunque no conozco bien el tema, sólo puedo hablar desde mi propia experiencia y eso casi nunca es suficiente como argumento.
A ver qué opina Bescansa dentro de unos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario