Ahora resulta que a mi hijo le ha dado por entrar a Habbo. Atónita me pregunto que demonios es eso del Habbo. Me cuenta de amigos, de un empleo, de salas, créditos, pixeles, furnis, etc. Pero ¿de qué habla? Parece como si fuera otro idioma. ¿Empleo? ¿Amigos? Sin remedio acudo a San Google para solicitar orientación.
Habbo, amiga mía -me dice con voz grave, el señor Google- no es ninguna novedad, tiene más de 5 años funcionando en la red, es antecedente de Second Life. Ah, Second Life me suena, he oído hablar de ese programa donde la gente se crea una vida virtual y juega a ser otra persona o ser la misma pero sin moverse, sin salir de casa, sin tener que hacer más esfuerzo que el de los músculos dactilares al teclear o al mover el Mouse.
En un principio suena bien, parece un juego inocente, los niños entrando a un mundo virtual, ejercitando la capacidad de manejar el ordenador cada vez mejor que los padres. He encontrado en esta búsqueda algunas opiniones que animan a entrar a habbo para que nuestros niños se hagan más virtuales.
No estoy segura de las bondades de este mundo virtual para los niños. Extraño (y eso que soy joven) los tiempos en que los niños jugaban en las calles, con pelotas, con cuerdas, con botes o sin nada, consigo mismos y nada más.
De pronto he recordado a mi madre, enfadada conmigo por encontrarme a todas horas leyendo. Leyendo irreverencias, sobre todo. Pero ¿qué otra cosa iba a leer en Cerocahui, si ya me sabía de memoria los libros de texto de primaria y aquél Antiguo Testamento de pastas duras que me regaló el abuelo Beto?
Todas las novelillas que pasaban por mis manos, fueran de El Libro Vaquero, El Libro Semanal o Sentimental, Así Soy y Qué, Historias de Traileros, hasta aquéllas inolvidables Joyas de la Literatura Universal, eran engullidas por mi mente infantil sin llegar a comprender exactamente el significado de la mayor parte de los contenidos, pero formando ya un hábito que me ha servido como base para mi carrera y mi formación futura, el hábito de la lectura. A veces vorazmente, leyendo a hurtadillas con una lámpara de baterías por debajo de las cobijas, en la trastienda, en algún rincón, en cualquier parte para no ser reprendida por perder el tiempo en bobadas.
Recuerdo aquello y me pregunto si la historia se repite. Me asusta la afición de mi hijo a las nuevas tecnologías, quiero lanzarlo a la calle, a jugar, al parque. Muchas veces le pregunto si se ha puesto de acuerdo para salir con algún amigo, otras veces le animo a salir, algunas veces más enfadada le doy un grito y le digo que levante su trasero de la silla y se largue por ahí a vivir la vida real, que se deje de mundos virtuales.
Confieso mi desconcierto ante el fenómeno de las nuevas tecnologías y los niños. Mi intuición me dice que debe irse a jugar, a convivir con más amigos, pero luego recuerdo a mi madre, que juzgaba pérdida de tiempo mis largas horas dedicadas a la lectura.
Tengo otro elemento de juicio, cuando por casualidad veo a mi hijo jugando con más niños, están hablando de su personaje de habbo, de Messenger, tuenti, PSP, WII, Nintendo, etc. Podríamos aplicar que el mal de mucho consuelo de tontos, pero prefiero creer que las cosas han cambiado a ritmo tan acelerado que a mis treinta me voy quedando antigua y no comprendo el mundo en que se desenvuelven los niños de cuarto o quinto de primaria.
El tema es largo y complejo, tendré que seguir investigando para poder formarme como una cibermamá, por lo pronto, aquí dejo esta opinión en El Ágora de Chihuahua, que, aunque es virtual, para mí es un enlace real con mi tierra, a tantos kilómetros de distancia.
1 comentario:
Quizá tenemos que aprender a sacarle partido a algunas propuestas virtuales, creo que de todas se puede sacar una ventaja, por ejemplo, quién iba a decime a mí que, después de haber perdido el contacto por carta tradicional con mi amiga de Francia o la de Polonia, me iba a poder escribir con ella todas las veces que quisiera o, incluso, hablar con ella a tiempo real?
Creo que los padres deben conocer estas propuestas virtuales para "modular" su buen uso desde el principio (ya que alejarles de ellas es casi imposible, por no decir imposible del todo) y fomentarles hábitos que incluyan estas actividades, por ejemplo, que queden en casa con los amigos para jugar de forma interactiva y con programas donde (muy importante) ellos tengan que crear desde cero (por ejemplo, determinados juegos de fútbol donde el niño controla desde el jugador al que entrena hasta en qué campo se juega o aquellos donde ha de crear una civilización desde cero) y, tras el tiempo de juego, tomar la merienda todos juntos, no dejando de lado así la interacción real para la que el juego era una mera excusa.
Es importante que no sean juegos donde el niño sea un ser pasivo que, simplemente, reciba lo que le viene de fuera.
Hay tantas propuestas que, realmente, creo que es un arduo trabajo manejar las que son más o menos apropiadas para ellos, y también es difícil controlar lo que ellos hagan (se recomienda que el ordenador esté en un sitio común, por ejemplo en el salón) En mi opinión todo esto se ha de llevar a cabo antes de que el niño nos tome ventaja.
Sé que eran bonitos aquellos tiempos donde los niños jugaban en la calle, pero creo que si ahora mandas a tu niño a la calle... va estar solo, pues todos estarán en su casa jugando.
Sí, esto también es complicado, pero... ¿quién dijo que era fácil?
Publicar un comentario